En Una mujer y la guerra, Yoko Kondo explora la difusa barrera entre el placer y el dolor, a través de un matrimonio que encuentra en la destrucción una espoleta para el deseo

“Deseo de todo corazón que llegue el día en que la ciudad quede envuelta en llamas”. La protagonista de Una mujer y la guerra encuentra en el espectáculo de la muerte un íntimo deleite; las bombas provocan en ella una excitación sexual que satisface con su marido, un apetito irracional que les permite mantener la ficción de que se aman de verdad. Con gran elegancia, Yoko Kondo (Niigata, 1957) construye una historia sugerente y poderosa, retrato del choque entre un mundo que muere y las terribles ganas de vivir que lo acompañan.

Una mujer y la guerra se basa en la novela homónima de Ango Sakaguchi, un alegato contra el sinsentido de la guerra escrito poco después de la rendición de Japón en 1945. En 2012, Yoko Kondo publicó su adaptación al manga. Como explica en el epílogo al tomo, la censura eliminó de la edición de 1946 frases como “a la mujer le gustaba la guerra”, en las que la autora encontró la verdadera esencia de la narración. Otro factor determinante es que Kondo pudo dibujar esta obra con calma, ya que se publicó directamente como tomo, sin pasar por el peaje de la serialización.

“¡Más, más!”, exige la protagonista a su marido, mientras los incendios causados por las bombas arrasan pueblos enteros: “Ojalá todo se queme. Odio a la gente. Quiero que se queme el odio también”. Ella trabajaba como prostituta cuando se conocieron, y optaron por casarse como forma de esquivar la movilización para el frente. “Si no padeciera el mal de la infidelidad, sería la mujer ideal para mí”, piensa él. El sexo y el caos los mantienen unidos. Es posible que, aunque ellos se empeñen en negarlo, en realidad se amen de forma sincera y profunda.

Una mujer y la guerra

Trazo fino, sentimiento hondo

Kondo dibuja la historia con un trazo fino y elegante, que realza el cuerpo de la mujer como expresión de su conflicto interior. La autora, etnóloga de formación, reconstruye la vida cotidiana en la retaguardia, y se fija en detalles como los pantalones que vestían las mujeres para huir durante los bombadeos; de prenda obligatoria pasaron a moda colorida, expresión de que las mujeres querían seguir sintiéndose atractivas a pesar de la guerra. Cuando la protagonista decide ponerse una falda, es posible sentir el peso simbólico que conlleva ese pequeño gesto de rebeldía.

Yoko Kondo  -que fue compañera de Rumiko Takahashi en la escuela primaria, por cierto- debutó en 1976 la revista Garo (1964-2002), trampolín que le permitió especializarse durante casi una década en gekiga erótico. Ya en los años 80, orientó su carrera a los dramas cotidianos, y en la década de 2010 se centró en las adaptaciones literarias. A pesar de ser una adaptación, Una mujer y la guerra se convierte en una síntesis de la trayectoria vital y artística de una autora repleta de virtudes . Entre ellas, saber captar algo tan inasible como la contradicción de un hombre y una mujer a los que rodearse de muerte da una razón para vivir.

 

Una mujer y la guerra, de Yoko Kondo (basado en la novela de Ango Sakaguchi)

Gallo Nero. Rústica, b/n. 148 págs., 18,50€

Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés